PEACE FROG



jueves, 1 de septiembre de 2011

Libertad.


Habitualmente nos consideramos libres. Vivimos nuestras vidas en un horizonte de posibilidades. Deliberamos acerca de cuáles perseguir y, una vez que hemos deliberado, tomamos una decisión. Parece que somos conscientes de nuestra libertad. La conciencia de la propia misma parece estar estrechamente asociada a cualquier clase de conciencia. A veces nos sentimos orgullosos de nuestra libertad: no somos esclavos del instinto y del deseo. Podemos enfrentarnos a nuestras obsesiones y adicciones y tratar de dominarlas. Cuando lo conseguimos, merecemos la admiración de los demás. Si fracasamos, merecemos un castigo, y a veces lo recibimos. La libertad trae consigo la responsabilidad, y aquellos que abusan de ella merecen ser condenados y castigados. Pero nadie merece ser castigado por no hacer algo que no podía hacer. Sería del todo injusto castigarme por no haber ido a la Luna, o castigar a un hombre encarcelado por no haber acudido a una cita fuera de la cárcel, por ejemplo. En estos casos los obstáculos están fuera del control del agente, lo cual significa que está libre de culpa. Así, tanto nuestros juicios morales como nuestra forma habitual de pensar parecen presuponer que en ciertas ocasiones depende de nosotros que cometamos o no una mala acción.

¿Pero acaso no es posible que nos engañemos acerca de nuestra libertad? ¿Realmente podríamos haber actuado alguna vez de firma distinta a como lo hicimos?

NO NOS LIMITAMOS A REGISTRAR EL MUNDO, TAL COMO CREEMOS QUE ES. ACTUAMOS EN EL. NOS PLANTEAMOS POSIBLES ALTERNATIVAS. DELIBERAMOS Y HACEMOS COSAS. CONTROLAMOS LA SITUACION. ¿QUE DEBERIAMOS PENSAR ACERCA DE ESO?

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